Cuento breve.




La siguiente entrada es una colaboración de Jahaziel Ramírez y sirve para abrir una nueva temática "Literatura".







LA CONTRASEÑA
Por Jahaziel Ramírez Martínez

Me llamo Juan López. ¡Hoy es un día maravilloso! El sol resplandeciente y el clima cálido ponen fin a las semanas de frío que hemos vivido en la ciudad. He dormido bien y me siento descansado y entusiasta. Hemos estado trabajando duro por meses en un proyecto que se coronará hoy. Parece que mi cuerpo también se siente más despierto pues me alisto con rapidez.

Lo primero que me encuentro al bajar las escaleras es actividad en la cocina. Me han preparado el almuerzo y el café. Almuerzo rápido porque no quiero llegar tarde. En menos de lo que canta un gallo estoy completamente listo. Tomo mis llaves y me encamino en mi auto a la oficina.
La ciudad se ve esplendida. La humedad asciende de entre las montañas y los rayos de luz forman un severo contraste entre la penumbra de los cañones y la luminosidad de la niebla y las laderas al sol. Hay más actividad y el bullicio empieza a aparecer a medida que cruzo el centro. Sólo llama mi atención un microbús que ha arrollado a una moto, pero por buscar al de la moto casi me llevo a un peatón yo mismo. Sigo y la brisa de hoy es agradable. Los árboles de la ciudad lucen majestuosos y el sereno se levanta sobre el pasto junto al río.

En sólo 15 minutos he logrado cruzar la ciudad. La oficina empieza a llenarse de gente. Me recibe mi asistente. Me pasa los recados. Me pasa otro café. Un optimismo inquieto se percibe en el ambiente. Los nervios, euforia, felicidad por todas partes. Leo los recados.
“Hemos revisado el convenio que firmaremos hoy, el Lic. S.T. no recuerda haber acordado lo que usted indica”- Oficina de S.T.
“El Ing. E.L. desea solicitar algunos cambios en el acuerdo que se firmará hoy. Ha enviado los detalles a su mail.”- Oficina E.L.
“Infórmeme sobre los pormenores de la reunión de hoy”-Jefe.
Hay una docena más de recados. Todos haciendo referencia al convenio que firmaremos hoy. En mi mente todo se resuelve inmediatamente mientras me encamino a mi computadora para plasmar las soluciones y comunicarme con todos los implicados. Muchos empleos dependen de la firma de este convenio. Estoy seguro que las utilidades de la empresa crecerá mínimo un 20%, y no cabe duda de que eso merece una promoción.
Cuando enciendo mi computadora, la celeridad de mis ideas se detiene ante un solo obstáculo. ¡No recuerdo mi contraseña! Mi mente en blanco. Intento olvidar todo el ruido de mis pensamientos anteriores para concentrarme en la contraseña. No puede ser. Mi asistente me ve fijamente. No puedo continuar. Me siento como si me hubiese paralizado.  No me inquieto. Voy al baño y simulo que no pasa nada. Me mojo la cara y me repito que todo estará bien, que al encaminarme a mi lugar la contraseña volverá y que todo tendrá solución.
Vuelvo a mi computadora y nada. No recuerdo mi contraseña. Intento descifrarla. Pongo mi fecha de nacimiento, el nombre de mi novia, el nombre de la empresa, el de mi jefe, el puesto de mi jefe, el mío… Nada funciona. Intento combinaciones con el teclado. Cuatro cifras, cinco cifras, nada. Nada parece encender mi computadora. Mi asistente me ve inquieto, me ofrece un café. Apenas he tenido tiempo de oler el que me preparó antes.  Le pido agua.
Le confieso a mi asistente que no recuerdo mi contraseña y le pido un equipo. Recién nos ha llegado una laptop y me resuelvo a trabajar en ella. ¡Por fin! ¡Una computadora! ¡Qué emoción! Acceso a internet sin problemas. Abro la página de mi correo y entonces… ¡Mi contraseña! ¡No puede ser! Rayos. Odio esto. Mi contraseña del mail es la misma que la contraseña de mi computadora. Al menos recuerdo eso, pero no puedo recordar la de ninguna de las dos, jaja. O sea, no puedo recordarla.
María mi asistente, me avisa que todos han confirmado su asistencia, pero que S.T. y E.L. aún desean una respuesta y que mi jefe espera el informe. Estoy seguro que todo está ahí, en mi equipo y mi mail, pero no puedo accesar a ellos. Una hora más tarde llega mi jefe.
Alguien me llama a la oficina de mi jefe. Le he impreso un informe detallado del evento con una descripción general del Convenio. Pero hay tres grandes pendientes. El Convenio aprobado no se ha impreso, y las solicitudes de S.T. y E.L saltan a la vista como pendientes. Mi jefe me pregunta porque no han sido resueltos y me dice que desea tener el Convenio en su escritorio a la brevedad. Le confieso que no he podido accesar  a la computadora porque no recuerdo mi contraseña, pero que debo tenerla anotada en algún lado, que no se preocupe, la encontraré a tiempo.
Quince minutos antes de la hora de la reunión mi jefe me llama a su oficina para informarme que S.T. le ha llamado y ha decidido cancelar el convenio por no haber recibido aclaración sobre ciertos puntos. E.L le ha llamado para decirle que desea discutir los puntos que me mencionó antes de firmar el convenio. Mi jefe luce preocupado, pero no molesto. Dice que podemos tolerar lo de S.T. y que podemos incluirlo después, pero me asegura que si la negociación se cae me iré de la empresa hoy mismo. Me da un espaldarazo y me dice: “Sé que no será necesario. Confío en que lo resolverás.”
Una vez más intento resolver el detalle de mi contraseña, pero nada. Mi mail ha sido bloqueado por intentar tantas contraseñas. Se da la hora de la reunión. Mi pulso se acelera, me duele la cabeza como si fuera a estallar, el corazón está a punto de explotar, dolor, frustración. Si tan solo pudiera recordar mi contraseña.
Soy invitado a la reunión. Explico a todos los invitados lo que ha pasado y todos se echan a reír. Dicen que nunca habían escuchado una excusa tan buena para la negligencia y la pereza. Nadie cree que tengo todo el sustento del convenio y la captura de nuestras conversaciones y negociaciones junto con un análisis legal y financiero de los pormenores del convenio.
El convenio se viene abajo y soy despedido. Afuera el clima ha cambiado de nuevo. Un negro nubarrón se yergue sobre nosotros junto con un viento helado y una leve llovizna. Cruzo la ciudad en la hora del tráfico y me toma media hora volver a casa. No he tenido cabeza para nada. Intento consolarme diciéndome que el trabajo se ha hecho bien. Que un solo detalle nos faltó, pero las negociaciones fueron excelentes.

Trato de mantener la calma. Me preparo un café. Me siento en mi sillón favorito y trato de relajarme. Entonces, frente a mí, se para inmóvil, y luego desfila con calma a mi alrededor… He recordado mi contraseña, pero es tarde.

No hay comentarios.: